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Depresión

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1. No presionar a la niña o al niño para que haga algo

La depresión afecta de manera sustancial el deseo de hacer cosas que en otro momento han sido placenteras. Esto puede hacer que la niña o el niño se aísle o deje de hacer cosas, se note pasivo, lo que incluso favorece la ocurrencia de los pensamientos negativos típicos en la depresión.

Muchas veces caemos en la tentación de intentar presionar a las personas con depresión para que “hagan cosas” con la idea de que así pueden mejorar. Expresiones como “ponga de su parte”, “todo está en su mente”, “usted se está aprovechando de que tiene depresión para no ayudar con nada”, “no sea malagradecido”, etc., son frecuentemente utilizadas por familiares o conocidos de personas con depresión. Cuando les decimos estas cosas, ellos pueden sentir que no los estamos comprendiendo y se pueden sentir invalidados emocionalmente. Esta forma de invalidación, puede contribuir con su empeoramiento, ya que se va a reforzar esa sensación de ser incapaz de cumplir con sus actividades u obligaciones.

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Lo que sí podemos hacer, siempre respetando los límites que la niña o el niño manifieste y en compañía del profesional que lo está atendiendo, es programar actividades que en su momento ella o él consideró como placenteras, que sean de fácil realización y de corta duración. Acompañarle en su ejecución y poco a poco ir incluyendo otras actividades no sólo placenteras sino también valiosas (por ejemplo: hacer ejercicio físico, suave inicialmente, y asistir a reuniones con amigos para consolidar las relaciones importantes). Es probable que, al inicio, quien se siente deprimido oponga resistencia, pero en la medida en que vaya notando cambios en su estado de ánimo con el uso de las intervenciones terapéuticas podrá ir aceptando estas propuestas.

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2. Los cambios se construyen paso a paso

Es importante que usted y su hija o hijo entiendan que lograr la recuperación de un episodio depresivo no se consigue de un momento a otro y sí puede requerir de tiempo y esfuerzo. Siempre se necesita de la ayuda profesional, pero en todos los casos es posible que los cambios pequeños pero consistentes faciliten el logro de los cambios mayores. “Los cambios son más fáciles si se hacen paso a paso”.

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3. Por mal que te sientas esto es un episodio que mejorará con el tratamiento

Ayúdele a su hija o hijo a reconocer lo que está experimentando, ponerlo en palabras y a describir los cambios que usted va observando a lo largo de los días. Aunque quien está deprimido tiende a considerar que se trata de una condición estable y permanente (cree que nunca se le va a quitar y que se ha sentido y se sentirá igual de mal siempre), esto no es cierto. Sin entrar en discusiones, conviene ayudarle a reconocer, a partir de ejemplos específicos, los cambios que se están dando en sus emociones y su comportamiento: “Hace un rato mientras estabas con tus primos noté un cambio en tu comportamiento; ¿te sentiste un poco diferente?”. Quien está deprimido suele desestimar esto, responden: “siempre me siento igual de mal”. De nuevo, es importante ayudarle a reconocer esos pequeños cambios “yo noté que hablaste un poco más con ellos hoy, ellos estaban contentos” y ayudarlo a entender que esos cambios pequeños son muy valiosos y que lo que está viviendo es un episodio y por lo tanto con el tratamiento logrará mejorarse.

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4. Reconocer los comportamientos que pueden empeorar o mejorar la depresión

Es importante reconocer los comportamientos que pueden empeorar la experiencia emocional durante este tiempo. Por ejemplo: aislarse y dedicarle mucho tiempo a pensar en lo que pudo haber sido y no fue, o revisar una y mil veces los errores cometidos, amplifica el malestar emocional. En cambio, abrir espacios para descansar, buscar la compañía de personas cercanas, son comportamientos que probablemente mejoran la experiencia.

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5. Escuchar, validar y respetar

La experiencia de la depresión es muy difícil para quien la vive, pero también para los que comparten con una persona que sufre de este trastorno. Convivir con alguien que está deprimido puede ser desgastante y desesperanzador: “¡Ya no sabemos qué hacer!, le hemos dicho de todo, muchas personas le han hablado, pero nada cambia”. Y eso puede ser cierto, se requiere más que charlas para ayudar a una persona con depresión. Evite minimizar las quejas, más bien escuche con la intención de realmente entender cómo se está sintiendo y qué piensa la niña, el niño o el adolescente. Una forma de validarlo puede ser: “Ahora que te escucho puedo entender mejor por qué estás mal”, también puede poner en práctica los pasos que se describen en la sección validar sus emociones de este kit.

Tenga en cuenta que intentar promover el cambio a la fuerza puede resultar contraproducente. El bienestar de niñas, niños y adolescentes no debe convertirse en una necesidad del padre. Esto sólo conduciría a mayor distanciamiento pues se percibe como una carga excesiva: “mis papás están tan mal por mi culpa, prefiero no contarles nada más”.