Pensemos primero en Mariana

Desde que ella era una bebé sus padres le cantaban todo el tiempo y le contaban historias. Cada vez que balbuceaba o sonreía, sus padres respondían con una sonrisa, una caricia o un comentario. Cuando Mariana lloraba porque tenía alguna necesidad, sus padres se acercaban y la ayudaban a calmarse, ya sea dándole comida, cambiándole el pañal, cantándole una canción o arrullandola. Sus padres eran cada vez mejores en descubrir qué era eso que ella quería. Mariana decía cada vez más palabras, y sus padres las repetían, completaban sus ideas y le respondían.

Cuando ella cumplió dos años, sorprendió a sus padres con episodios de mucha rabia, llanto y lo que ellos describían como “está muy caprichosa”, sin embargo, buscaron información y entendieron que este era un comportamiento común a esta edad, y muy necesario para desarrollar su autonomía. Por lo tanto, cuando Mariana reaccionaba de esta manera ellos recordaban esto, respiraban profundo y, a través del juego y del humor, lograban tranquilizarla, reflexionar con ella sobre las emociones y llegar a acuerdos sobre su comportamiento. Así fueron los primeros años de Mariana antes de entrar al jardín…

Conoce la historia de:

Juan